En una tranquila tarde, José y Manuel se encuentran jugando a las escaleras y serpientes. Sin embargo, la atmósfera se carga de tensión cuando José intenta discretamente sostener la mano de Manuel, quien reacciona instintivamente rechazándolo. La habitación se llena de silenciosa incomodidad mientras ambos hombres se enfrentan con miradas intensas y gestos cargados de frustración.

José, a la izquierda, observa a Manuel con creciente molestia mientras este último evita su mirada, sumido en sus pensamientos. La partida avanza y las piezas se mueven peligrosamente cerca del final del tablero. Cuando el dado cae en una serpiente, la suerte parece estar del lado de José, pero la desesperación invade a Manuel cuando cae en la trampa. Derrotado, se reclina en su silla mientras José lo observa con desaprobación.

Finalmente, José se levanta, recoge un maletín del suelo y, sin decir una palabra, se aleja de la mesa. La tensión persiste en el aire, dejando a los dos hombres sumidos en un incómodo silencio mientras las piezas del juego yacen abandonadas sobre el tablero.